viernes, 26 de julio de 2013

El llanero solitario (The lone ranger, Gore Verbinski, 2013)

El western, más vivo que nunca  


En los años noventa, la conjunción de Johnny Depp y Tim Burton trajo consigo películas entretenidas, familiares, un tanto delirantes, con una tonalidad a medio camino entre lo lúgubre y lo infantil. Se tomaba la posta de Spielberg para la creación de espectáculos distintos, fantasiosos, creativos y logrados con creatividad, empuje y mucha cinefilia. Burton, con Depp como fetiche, creó un universo fílmico personal, cambiándole la cara al mainstream y cimentándose un pequeño y merecido espacio en la historia del cine. 
En lo que va del siglo, parecería haber cambiado uno de los integrantes del tándem. Aunque Burton sigue en carrera (y Depp lo acompaña) el director pareció echarse mucha tierra sobre sí mismo con sus últimas Alicia en el país de las maravillas y Sombras tenebrosas, y hoy el más fantasioso -y de a ratos ciertamente oscuro- cine de acción y aventuras parecería haber quedado en las manos de Depp y el director Gore Verbinski. Los logros son sólidos, la trilogía de Piratas del caribe tiene grandes momentos y la animación Rango compitió dignamente con los exponentes actuales del género. Con esta nueva película la dupla se supera, y con creces. 
Si tomamos a los personajes feos, sucios y desagradables -aunque simpáticos a su manera- de Piratas del caribe, la acción desatada e imparable de Indiana Jones, cierta oscuridad a lo Burton –nótese el genial detalle de los conejos caníbales- y sumamos los gags a lo Buster Keaton y el humor delirante que ya parecerían ser la marca de fábrica de Verbinski, lo agitamos bien y lo volcamos en el siempre atractivo terreno del western, tendremos una aproximación de lo que vendría a ser esta película. Cine de matiné puro y duro, con olor a pop y a refresco, una montaña rusa que no se detiene por dos horas y media y de la que no querríamos bajar. Las escenas de apertura y de cierre tienen lugar en un parque de diversiones: toda una declaración de intenciones.
Por supuesto que se echa mano a fórmulas. La rastrera traición y la cruzada vengativa; los protagonistas que pertenecen a distintos mundos y que pasan media película peleándose hasta que vence la amistad; el villano pérfido que no pierde la oportunidad de matar a quien no le gusta –sea del bando contrario o del suyo propio-; la captura de uno de los integrantes de la dupla; la chica engañada y secuestrada a la que hay que ir a rescatar. Pero cada uno de estos lugares comunes es llevado adelante con buen ritmo, mucha gracia y con detalles atractivos y originales. Por más que los villanos (brillantes William Fichtner y Tom Wilkinson) sean estereotipos, su mérito está precisamente en ser tan desagradables, y finalmente la moraleja anárquica contra la ley y el progreso, de tan naif hasta despierta cierta simpatía. 
Sobre el final, una larga y vertiginosa secuencia a toda velocidad y sobre un tren, al frenético compás de la finale de Rossini y con un montaje paralelo que muestra distintas contiendas al mismo tiempo, merece ser ingresada en una antología de las mejores escenas de acción jamás filmadas. Que viva el cine.

Publicado en Brecha el 26/7/2013
 

domingo, 21 de julio de 2013

Titanes del pacífico (Pacific rim, Guillermo del Toro, 2013)

Robots vs aliens

Los llamados kaiju-eiga, (kaiju significa en japonés "bestia extraña", eiga es "película") eran filmes de monstruos de los años sesenta en los que lagartos o insectos gigantes (Godzilla, Mothra) se peleaban entre sí rodeados de increíbles maquetas de cartón-piedra. En esas películas a veces tenían aparición robots gigantes diseñados para eliminar la amenaza y, después de darse unos cuantos palos con la alimaña de turno, uno de ellos salía vencedor luego de derruir media ciudad. Si bien esas películas hoy podrían parecer algo obsoleto, nunca han faltado los seguidores y coleccionistas de esta clase de bizarradas. Y a los norteamericanos, que siempre se les da bien el tema de las destrucciones urbanas, parece corresponderle bastante una trama de este tipo. Tiempo ha pasado desde aquella nefasta Godzilla (1998) y ya era hora de intentar otra vez con los monstruos grandotes. 
Difícil encontrar para esta experiencia un director más apropiado que Guillermo del Toro (Mimic, Hellboy 2, El hobbit), no sólo por su inclinación hacia el bichaje, sino porque en general no pareciera tener mayores ambiciones artísticas que las de plantear un llano y superficial espectáculo. No estamos entonces ante un planteo alegórico o metafórico como en la película surcoreana de monstruos The host (2006), ni siquiera con uno levemente vinculado a un trasfondo histórico-político como El laberinto del fauno (2006) de del Toro. Entonces a lo que vinimos: robots gigantes (aquí llamado Jaegers: en alemán "cazadores") y monstruos que se cagan mutuamente a palos. Por detrás de estas contiendas se juega la humanidad entera, pero eso no nos importa: lo principal es la gresca a lo grande. 
La tensión está muy bien manejada sobre todo por la fragilidad de los pilotos -un robot sólo puede ser manejado por dos personas al mismo tiempo, que a su vez deben de estar conectados en perfecta armonía psíquica- y se agradece que del Toro no apele al montaje fragmentado y caótico -como las Transformers de Michael Bay- sino que filme las contiendas en planos más bien largos y generales. De cualquier forma, la preferencia por tomas oscuras y nocturnas, en las que para colmo también llueve, complica la distinción correcta de las dimensiones de los monstruos y los robots, y muchas tomas confunden al punto de no poder discernir claramente dónde es que empieza uno y dónde termina el otro. 
Aquí el cronista no tiene tan claro si el defecto es en sí de la producción o si echarle la culpa al oscurecimiento del 3D, y aquí viene la queja: la película sólo puede ser vista en salas de nuestro país en copias dobladas al español, o subtituladas pero en 3D (en funciones más caras, y sólo a partir de las 22 hs) pero ninguna de las salas de Montevideo está acondicionada para apreciar el 3D con poco oscurecimiento y en todo su esplendor. Es decir, si quiere verse la película con el brillo y el color necesario para disfrutar y ver bien a los kaijus y a los jaeger, habrá que sobrellevar que los personajes hablen un detestable mexicano neutro. A los que en cambio opten por el 3D, se les recomienda que lleven un par de analgésicos en el bolsillo. 

Publicado en Brecha el 19/7/2013

viernes, 19 de julio de 2013

5ta edición de DocMontevideo

Donde las ideas convergen

Del 17 al 26 de julio tiene lugar uno de los eventos cinematográficos del año: el encuentro nacional de televisoras latinoamericanas DocMontevideo. Entre sus diversas propuestas y opciones -que van desde las foros y los talleres, de los pitchings a las entregas de premios-, se destaca la "Semana del documental" (a partir del sábado 20), una selección de cine de calidad, que suma la posibilidad de charlar con sus creadores. 


Cuando a cualquier persona relacionada con el fenómeno se le pregunta por las razones del auge del cine documental, la primera respuesta es sistemática: el abaratamiento de los costos. La imposición del digital, la practicidad en el uso de las cámaras y la posibilidad de filmar durante horas sin que ello suponga un costo importante revolucionaron el formato. Cuando se filmaba en 16 mm, -con rollos de 10 minutos a un costo de doscientos 200 dólares cada uno- era prácticamente imposible abocarse a un documental sin un importante respaldo financiero. 
El documental es el terreno elegido usualmente por los cineastas debutantes, ya que por lo general se requiere de un equipo técnico reducido -algunos documentales relativamente exitosos incluso han llegado a filmarse por una sóla persona- y un costo económico que suele ser cinco veces más pequeño -o menor aún- que el de una ficción modesta. Para filmar un documental rara vez hay que pagar por locaciones, maquillaje y vestuario, sueldos de actores, etc, y hoy puede hacerse un largometraje de este tipo con tan solo una buena cámara y una computadora para editar el material. 
Contar con un crew pequeño es una ventaja en muchos sentidos: los tiempos de filmación son más flexibles (aquí no suele ser necesiaria una "continuidad" temporal de los detalles, de las ropas, de los expresiones y los gestos de los personajes entre las distintas escenas) y uno puede adaptar su esquema de rodaje con otras actividades laborales que ayuden a ganarse la vida. Luis González Zaffaroni, director ejecutivo de DocMontevideo, agrega que "el transcurso del tiempo, ese tiempo que uno pasa en contacto con los personajes o trabajando con una historia o un tema, es un valor que luego va a tener la película." 
La practicidad no sólo cambió el formato, sino con él al cine todo. Los límites entre ficción y documental son cada vez más difusos, y los festivales de cine son hoy inundados por películas muy difíciles de encasillar en un formato o en otro. Los documentales son en muchoso casos filmados, planificados y orquestados como una ficción -El Bella Vista es un ejemplo cercano- y las ficciones suelen tener un registro muy cercano al documental -los hermanos Dardenne, Abdel Kechiche, y los rumanos (con Christian Mungiu a la cabeza) confunden al espectador con sus cuadros hiperrealistas, sus no-actores y sus cámaras temblorosas-. El resultado es que la audiencia ha adaptado su visión a esta realidad y los cineastas de ficción cada vez deben de esforzarse más si es que quieren obtener una ilusión de verosimilitud, así como los documentalistas deben de cuidarse de que sus propios personajes no "sobreactúen" en su desempeño frente a cámaras. En uno u otro sentido, el agudizado ojo del espectador se ha vuelto implacable. 
Hay muchas formas de rotular las diferentes formas de abordaje documental, pero últimamente se ha puesto cierto énfasis en la existencia del llamado "documental de creación" diferenciable del documental clásico, convencional y de investigación. Según González Zaffaroni el documental de creación sería "la obra de alguien que arriesga una mirada sobre el mundo, una interpretación subjetiva de la realidad en donde el lenguaje es un elemento para complejizar esa mirada y nutrirla de diferentes capas de interpretación. La diferencia es el motor, uno no busca plantear una tesis sobre algo. Marcás una diferenciación muy grande si estás planteando el documental como un "tema" (los documentales convencionales) o como una "historia" (los de creación)." Un documental centrado en un tema sería el típico filmado para la televisión (por ejemplo "La propaganda durante el III Reich") y uno centrado en una historia podría ser una aproximación familiar (Buscando a los Friedman de Andrew Jarecki o Cuchillo de palo de Renate Costa). 

Sinergia. Cuando los documentales tienen cierta ambición, cuando se despegan de la cotidianidad más inmediata a los creadores y requieren de una planificación y un equipo mínimo, necesitan obtener una financiación, así como canales de distribución y difusión. Aquí es que juega un papel determinante el emprendimiento de DocMontevideo. Se trata de un espacio para la sinergia, para el encuentro de televisoras -una de las fundamentales vías de difusión para los documentales- productores y cineastas, una de esas instancias de aprendizaje y diálogo que fomentan la creación, el impulso a las iniciativas cinematográficas. El espectador suele ver los resultados, muchas veces sin tener en cuenta que este tipo de espacios son esenciales para que los documentales tomen forma; detrás de toda película concebida existen importantes encuentros y reuniones de negocios. 
Hoy ya en su quinta edición, la iniciativa ha sido meritoria en muchos aspectos, pero conviene destacar una notable organización. En un país en que los eventos culturales están signados por los desperfectos, por los cambios de horarios, por los imprevistos, DocMontevideo ha sabido sortearlos con proyecciones, talleres y pitchings -exposición de proyectos documentales- que empiezan en hora, en espacios que facilitan el intercambio fluido y las tecnologías necesarias para un desempeño óptimo. En este sentido, el apoyo y la coordinación con la IMM, ANTEL y el Centro Cultural de España, -quienes aportan las locaciones- ha sido ejemplar. 

Educar la mirada. González Zaffaroni cuenta en parte las razones por las que creyó conveniente un evento de este tenor en Uruguay: "Estuve en varios mercados -en Sao Pablo, por ejemplo- y veía que había varias teles de América Latina ahí presentes, como un poco perdidas, pero dispuestas al diálogo. Capaz que no tenían muchos instrumentos para relacionarse contigo pero estaban ahí. Eso fue como una señal para hacer DocMontevideo y abrir instancias de encuentro. De todos modos a nosotros nos resultan tan importantes las presentaciones de proyectos como las instancias de formación y de entrenamiento previo. Todo tiene que estar acompañado de formación: desde la construcción de público, ver películas, analizar, entender el sentido de por qué se hacen los documentales. Muchas veces a las teles con las que trabajamos todavía les es difícil involucrarse con proyectos en etapa de desarrollo y sobre todo en procesos que son largos. La idea es cambiar la concepción y adaptarlas a este cambio." Los canales de América Latina que participan son cada vez más, y la reciente incorporación de Al-Jazeera -cadena de televisión que llega a más de 250 millones de espectadores- significó un espaldarazo muy poderoso para el evento. Los responsables de Al-Jazeera, luego de recorrer festivales de América Latina, eligieron a DocMontevideo como plataforma para hacer un llamado para la creación de una serie de documentales, de inmensa proyección internacional. 
De todos modos, el rol de DocMontevideo es acotado y González Zaffaroni opina que para que exista en el país más constancia en la creación documental tendrían que desarrollarse mejor otras vías: "Nosotros quemamos las baterías en diez días, pero esta instancia de formación necesita una continuidad, algo que deben dar las escuelas de cine, tiene que haber un colectivo que genere un dinamismo, que retroalimente lo que un cineasta hace con otro, para inspirarse o tener un listón más alto, para ir más allá. Y esto también tiene que ir acompañado de políticas culturales, incentivos para la producción y la financiación". Consultado sobre el rol de TNU en esta formación y en la difusión de documentales, opina que "Virginia Martínez, que a su vez es documentalista, abrió una franja muy importante ya que empezó a difundir contenidos, creando a su vez una demanda. Es un proceso de maduración institucional que está sucediendo a la par en varios países, aunque aún es incipiente y joven." 

Las películas. El espacio de "La semana del documental" es una de las instancias de proyección documental más sólidas de nuestro país. La muestra, de tan sólo cinco largometrajes en cada edición, asegura la calidad y da a conocer a varios de los autores más talentosos de la actualidad. La entrada es libre y las proyecciones vienen seguidas de una charla con los creadores, y normalmente son seleccionadas una película uruguaya, dos latinoamericanas y dos del resto del mundo. 
Se recuerda a Nicolas Prividera por la notable M, una pesquisa documental por la que el joven director intentaba reconstruir la memoria de su madre desaparecida, recolectando relatos de allegados y compañeros de militancia. Testimonios inexactos, confusos y contradictorios frustraban al cineasta, y éste no escondía su indignación porque las piezas del puzle no cerraran y la imagen de su madre quedara perpetuamente difusa. Tierra de los padres, es la polémica película seleccionada y una propuesta muy interesante. Como decíamos anteriormente, a veces es difícil establecer las fronteras entre documental y ficción, y en este caso todas las escenas son orquestadas y planificadas, bordeando lo experimental o lo directamente ensayístico. La premisa consiste en colocar en el Cementerio de la Recoleta a varias personalidades de la cultura argentina -cineastas, dramaturgos, escritores- leyendo citas de muchos de los héroes nacionales allí enterrados. El resultado es impactante. Dichos de Sarmiento, de Rosas, de Roca, hablan de una vocación genocida; panegíricos de la masacre y la tortura, sin ocultamiento de un odio visceral hacia los gauchos y hacia los indios. El recorrido histórico es elocuente sobre una Argentina que fue un matadero perpetuo, un continuum de exterminio cuya última expresión fue la dictadura del 76. Desde el corazón de Buenos Aires son erigidos mármoles a oligarcas nefastos y execrables -una película similar podría filmarse sin dificultades en nuestro Cementerio Central- de quienes los políticos de hoy no se atreverían a desentenderse. Por mucho que nos pese, nuestra patria fue construida con tormentos inenarrables. 
La crítica argentina Sofía Castaño señala en la Revista mexicana Replicante algunas elecciones estéticas no muy acertadas, como la cámara estática, las voces apagadas y monótonas: "todo está en su sitio, todo está quieto, porque quienes hablan aquí son los muertos. Las personas que leen los libros no comulgan con los dichos racistas, retrógrados, violentos y clasistas a los que dan voz. Para remarcar más esta idea de “la palabra de los muertos” los actores se desvanecen en el aire, justamente como fantasmas. Más allá de las estimables intenciones del cineasta, es la construcción de la imagen de Tierra de los padres lo que nos hace suponer que esta ideología permanece en su tumba. Pero, como habitante de la ciudad de Buenos Aires, puedo decirles que en realidad está viva". Involuntariamente quizá, Prividera plantea como superada una temática candente, un peligro latente en la idiosincrasia argentina que es nada menos que el fascismo profundo, vivencial y cotidiano. De todos modos, se trata de una obra original que llama a la polémica metiendo el dedo en asuntos no resueltos y en llagas especialmente sensibles. 
Drill baby drill, del norteamericano de raíces polacas Lech Kowalski es uno de tantos documentales que se hacen actualmente denunciando la intrusión de multinacionales que son instaladas cerca de pueblos y comunidades rurales, contaminando sus recursos naturales y arruinando su calidad de vida. Así fue Vienen por el oro vienen por todo, (sobre la megaminería en el pueblo de Esquel), La pesadilla de Darwin de Hubert Sauper, (que relata la horrenda experiencia de la pesca de la perca en Tanzania), o Historia de dos orillas de Cristian Jure, (sobre las papeleras Ence y Botnia). En este caso se trata de la multinacional petrolera Chevron, que busca instalar un pozo de gas de esquisto en las inmediaciones de una pequeña aldea al este de Polonia, cerca del límite con Ucrania. La comunidad logra darse cuenta a tiempo y se moviliza para impedir la invasión. Paralelamente, el abordaje se centra en los estragos causados por Chevron en Pensilvania, Estados Unidos, donde ya es demasiado tarde para revertir los daños sobre las tierras y la contaminación del agua, el envenenamiento de animales y de la población misma. Un documental que indigna y especialmente cuando se dan a conocer datos específicos que hablan de la enorme desigualdad de fuerzas, como la existencia de leyes en Estados Unidos que prohiben que los médicos les digan a sus pacientes que fueron intoxicados como consecuencia de las plantaciones de gas de esquisto. La mirada comprometida, el arduo trabajo de investigación y de seguimiento a la lucha organizada contra un Goliat aparentemente invencible hacen que el planteo se vuelva cautivante. 
Elena, de la joven cineasta brasileña Pietra Costa (29 años) ejemplificaría notablemente el "documental de creación" nombrado anteriormente, ya que la directora se centra en su propia y fatídica historia familiar y especialmente en la de su hermana, Elena, una adolescente que le marcó la vida en todo sentido y en la cual se refleja constantemente. Elena, obsesiva compulsiva, quiso cumplir el sueño frustrado de su madre de ser actriz de cine, fracasando en el intento. Finalmente Pietra registra su seguimiento a los pasos de su hermana, desestimando los consejos de su madre de no ser actriz y de nunca pisar Nueva York. Esta sentida película es una búsqueda, una vía para purgar y catalizar una pena profunda y una carga con la que lidiar. Es también de esos abordajes familiares en los que se hecha mano a material filmado hace muchos años. Como en Buscando a los Friedman, se corre con la fortuna de que la familia contaba con cámaras en un momento en que su uso aún no era generalizado, y Petra tuvo la suerte de dar con 50 horas de rollos familiares. 
El registro intimista bordea lo poético y lo existencial, se juega con imágenes experimentales y oníricas que vienen a cuento, logrando una composición envolvente y sin nunca dejar de lado la historia central. 
Pero seguramente la mejor de las películas seleccionadas es el mockumentary (o falso documental) Un tigre de papel del veterano cineasta colombiano Luis Ospina, un recorrido por la historia social y política de Colombia de 1934 hasta 1981, centrada en la vida y obra de un tal Pedro Manrique Figueroa, supuesto artista y poeta precursor del collage y el gulash en Colombia. Con una mirada irónica y crítica pero siempre humana y empática, el documental refiere a la militancia política en períodos de efervescencia social, a las vivencias de las diferentes generaciones de luchadores políticos de la izquierda revolucionaria, y cómo sus ideologías comulgaban con la creación artística. 
La historia empieza justo en el mismo momento en que Mao organiza la Gran Marcha de liberación de China del antiguo orden, un primer período en que el Partido Comunista Ruso "sugiere" a sus escritores seguir los principios de "fidelidad y representación artística" de la realidad socialista. Así, cada período está remarcado por los eventos históricos que determinaron las ideologías predominantes, así como sus expresiones militantes y artísticas. Este devenir tiene su momento de crisis en el episodio final, "Los años negros" (entre 1974 y 1981) signados por la prohibición del Partido Comunista a toda expresión artítica que no fuera fundamentada con criterios "sensatos". 
En la película son "entrevistadas" varias personalidades reales, protagonistas de este devenir histórico que, en parte, hablan de este tal Manrique como si lo hubieran conocido, cuando en realidad parecieran hablar de sí mismos. Un tigre de papel es una película inteligentísima, no excenta de costados humorísticos. 
Ya se ha escrito aquí acerca del notable documental uruguayo Todavía el amor de Guzmán García, concebido en base a entrevistas a ancianos que tienen un aspecto en común: el salir a bailar tango a boliches de Montevideo. La película explora las diversas, caprichosas y llamativas formas y dimensiones en que el amor continúa presente en esta última etapa de la vida, con testimonios sentidos y un encanto particular. 

Publicado en Brecha el 19/7/2013

viernes, 12 de julio de 2013

Mi villano favorito 2 (Despicable me 2, Pierre Coffin, Chris Renaud, 2013)

Repetirse con talento 


La empresa de animación Illumination Entertainment no es precisamente una productora “independiente” -habría que analizar y discutir qué puede denominarse hoy con ese término-, su creador Chris Meledendraki fue nada menos que el presidente de la 20th Century Fox Animation, y estuvo detrás de proyectos de la talla de La era del hielo, Robots, y Horton y el mundo de los quién. Cuando se abrió de la Fox, Meledendraki creó esta nueva compañía con la financiación de Universal Pictures, utilizando sus vías de distribución. De todas formas, Illumination asegura mantener el control creativo como una productora independiente. 
Para dispersar un poco las sospechas y prejuicios que despiertan las secuelas, conviene decir que este no es tan sólo otro caso de un éxito comercial que se repite buscando exprimir aún más una gallina de huevos de oro (bueno, en parte seguramente lo sea), sino que parece distanciarse del refrito o del espectáculo inflado e inútil ofreciendo sus buenas dosis de inteligencia, gracia y desenfado. En primer lugar, conviene decir que no se acudió a otro cineasta para dirigir esta secuela sino que los mismos Pierre Coffin y Chris Renaud, -los mismos de la primera entrega- son quienes llevaron adelante el proyecto, y que los libretistas también son los mismos de aquélla. Así que se puede hablar de un equipo creativo idéntico y sumamente consistente. 
Y es algo que se nota. También se nota que parte del éxito de la primera entrega fueron los "minions", unos acólitos humanoides cilíndricos y amarillos que parecen seguir órdenes pero que ante todo se rigen por el principio de placer, divirtiéndose con sonidos de pedos, desplegando maldades entre sí, aprovechando toda oportunidad de entregarse a la juerga. En consiguiente, los minions tienen un protagonismo especial, funcionando como contrapunto humorístico a la trama. Nota aparte: estos personajes van a protagonizar un largometraje ya anunciado, Minions, seguramente incurriendo en la errónea concepción de que los personajes secundarios pueden ser centrales (recordar las muy olvidables Timón y Pumba, Tinkerbell, El gato con botas). 
Lo que en Mi villano favorito funcionaba y muy bien, la sagacidad de los personajes orientada a hacer el mal, sus inventos excéntricos, infantiles y delirantes, su encanto a pesar de todo ello y la fuerza del gag bien concebido (instancias humorísticas carentes de diálogos, es decir, basadas en la pura acción) aquí se encuentra muy bien desplegado y dosificado. Los personajes tienen todos su espacio, su perfil y su encanto particular incluidos los nuevos, algún villano divagante y una impetuosa y torpe agente secreto que trae la excusa de un nuevo amorío. Si bien la anécdota no es el colmo de la originalidad, la película funciona como entretenimiento por todos estos elementos atractivos y dispersos, que son estructurados hábilmente y con buen ritmo en un guión coherente. Y si alguno no queda del todo satisfecho, esos minions haciendo sus irresistibles covers de “I swear” y “YMCA” en los últimos tramos seguramente lograrán ganárselo. 

Publicado en Brecha el 12/7/2013

miércoles, 10 de julio de 2013

Zombis para repartir

Muerte cerebral


La figura del muerto vivo que se alimenta de carne humana es muy antigua pero hoy series, videojuegos, merchandising, novelas, cómics, remakes, precuelas, marchas callejeras, convierten al zombi en un símbolo ineluctable del imaginario occidental. El fenómeno es tan enigmático como fascinante.

 

“Esta será la plaga con que Jehovah golpeará a todos los pueblos que acampen sus ejércitos contra Jerusalén: Hará que se pudran sus carnes, aun estando ellos sobre sus pies. También sus ojos se pudrirán en sus cuencas, y sus lenguas se pudrirán en sus bocas.” Zacarias 14:12.

Ya estaban allí, como amenaza. Y en el Poema de Gilgamesh (2600 - 2750 a C), Ishtar, la diosa babilónica del amor y de la guerra, de la vida y la fertilidad, hablaba de esta manera: “Derribaré las Puertas del Inframundo, destrozaré los postigos de las puertas, y los derrumbaré y dejaré que los muertos suban para comer a los vivos ¡Y los muertos superarán en número a los vivos!”
Un texto anónimo indio que se cree aproximado al año 1000 a C dice: “Nace de la tumba. Su cuerpo es el hogar de los gusanos y la mugre. No hay vida en sus ojos, no hay calidez en su piel, su pecho no se mueve. Su alma, tan vacía y oscura como el cielo nocturno. Se ríe de la espada, escupe a la flecha, porque no dañarán su carne. Hasta la eternidad caminará por la Tierra, olisqueando la dulce sangre de los vivos, obsequiándose con los huesos de los condenados. Cuidado, porque es el muerto viviente.” Mismo en la Biblia hay pasajes del Apocalipsis que refieren a muertos resurrectos: “Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad que en sentido figurado se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplará sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirá que se les dé sepultura. (…) Pero después de tres días y medio entró en ellos el aliento de Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.” 
Según diversos mitos de África, los sacerdotes o brujas podían matar a un ser humano y traerlo de la muerte para convertirlo en su esclavo. Los Jiang-shi chinos son cadáveres ciegos que avanzan dando saltos, pero pueden oler a los humanos y si los muerden pueden convertirlos en uno de ellos. En la mitología nórdica medieval, los draugr eran guerreros que regresaban de la muerte para atacar a los vivos. Y podría continuarse por un buen rato: existen historias ancestrales de zombis nipones, del pacífico, persas, árabes y de los americanos nativos. 
Pero en rigor, el zombi occidental, el integrado a nuestro imaginario es el surgido en Haití, basado en mitos vudús de los esclavos negros (la palabra zumbi forma parte de varios idiomas africanos), a partir de 1685. Los esclavos creían que si un fallecido había ofendido de alguna manera a Baron Samedi, dios de los muertos, se convertiría para siempre en un esclavo después de la muerte; en un zombi carroñero. La creencia en la resurrección (y la existencia de rituales para alcanzarla) lleva a que algunos creyentes haitianos aún hoy “rematen” a sus muertos con inyecciones de veneno, mutilándoles o disparándoles.
De la ultratumba al celuloide. Las primeras películas de zombis se basaron libremente en estas creencias haitianas: en White zombie (1932) Bela Lugosi era el villano al mando de una legión de cadáveres desalmados, y otras películas clase B se valieron de este mismo esquema, como Revenge of the zombies (1943) o Invisible invaders (1959). Aunque la primera gran película del subgénero fue I walked with a zombie (1943) de Jacques Tourneur, que se desarrollaba en una isla caribeña y cuyo guión fue escrito a partir de una investigación real centrada en maleficios vudús.
Pero fue el director George Romero quien introdujo al cine el concepto moderno de zombi, con su obra maestra La noche de los muertos vivos (1968). Allí surgieron algunas de las constantes que definen su comportamiento: aparecen masivamente y como una plaga, nadie los controla, su única motivación es comerse la carne de los vivos. Eran también inmensamente lentos y torpes, aspecto que fue cambiando conforme pasaron los años. 
Desde entonces las apariciones cinematográficas nunca se han detenido, si Michael Jackson hizo mucho por mediatizar a los zombis en su videoclip Thriller (1983) corresponde señalar grandes “hitos” zombis posteriores: Braindead (1992) de Peter Jackson, quizá la primera película que satirizó abiertamente al subgénero, Dawn of the dead (2004) remake de la película homónima de Romero y probablemente la mejor dirigida por Zack Snyder, las entretenidas Rec (2007) de Jaume Balagueró y Paco Plaza, Soy leyenda (2007) de Francis Lawrence, y Zombieland (2009) de Ruben Fleischer. En un importante traspaso de los zombis al universo de las series, Dead Set es una alegórica miniserie inglesa de la BBC en la cual los confinados protagonistas del Gran Hermano continúan con su cotidianeidad fingida sin saber que el apocalipsis zombi acabó con la producción del programa y sus televidentes, y The Walking Dead, una adictiva -aunque quizá insustancial- serie desarrollada por Frank Darabont para la cadena estadounidense AMC. Superior a todos ellas y seguramente la mejor expresión zombi jamás concebida es la también británica miniserie de la BBC In the flesh. Allí la cura para los zombis es descubierta y se pretende integrarlos una vez más a la sociedad y a sus familias, pero en el proceso surgen focos de resistencia armada -gente que quizá tuvo parientes asesinados previamente por los zombis- para impedirlo. Una obra en verdad imprescindible.
Razones de ser. Vaya uno a saber por qué, en occidente se le otorgó un estatus de belleza, seducción y buenos modales a los vampiros, y en cambio toda la decrepitud, la putrefacción y la indecencia fue volcada sobre los zombis. No parece una justa distribución de atributos, si se considera que ambos son muertos vivientes.
Desde las películas de Romero, las hordas zombis funcionan como metáfora de las multitudes irreflexivas, refieren a una masa acrítica que actúa por inercia, que deambula sin principios, sin valores ni códigos de convivencia. No es casual que la película iniciática de Romero surja apenas unos años después que varias de las más importantes obras de Antonioni -El desierto rojo (1964), Blow up (1966)- y poco antes que el primer Fassbinder El amor es más frío que la muerte, Katzelmacher (ambas de 1969), En uno y en otro, los protagonistas -hijos de la modernidad, el progreso y el estado de bienestar- deambulan apáticos, amorales, sin aspiraciones, sin objetivos aparentes, sin paradigmas que seguir o causas por las que luchar. Como ellos, los zombis no son otra cosa que individualismo hecho pútrida carne. Viendo esta correlación quiza se vuelva más comprensible que Pablo Stoll (25 Watts, Whisky, 3), deudor del cine de Jarmusch y de Kaurismaki, se encuentre actualmente abocado a una película de zombis. 
Esta interpretación metafórica tal vez sea la más simpática, pero no hay que olvidar que las historias de terror son importantes manifestaciones de miedos inconscientes: a lo desconocido, a la pérdida de estabilidad, a la caída del orden establecido. Escrutando en las más desagradables entrañas de la psiquis humana podemos establecer una comparación entre los fétidos y desacatados zombis, y los drogadictos, los marginales, los famélicos, los lúmpenes. No es difícil dar con algunas de las expresiones más catárticas y superficiales del fenómeno zombi, -algunos videojuegos, películas clase B- para encontrar las indeseables relaciones y correspondencias. Y una de las características que más atraen de los muertos-vivos es que, en tanto indiscutible amenaza, se les puede volar los sesos masivamente, con absoluta impunidad.

Publicado en Brecha el 5/7/2013

martes, 9 de julio de 2013

Guerra Mundial Z (World War Z, Marc Forster, 2013)

Como mil y la madre 


El estreno de esta película vino precedido de problemas de producción gigantescos. El director Marc Forster (Descubriendo Nunca Jamás, Más extraño que la ficción), elegido a dedo por el productor y protagonista Brad Pitt, aparentemente no supo encarar el proyecto y se mostraba demasiado dubitativo -fuentes internas de la producción señalaron que no existió un liderazgo claro, y que el rodaje fue una auténtica pesadilla-. Varios de los responsables del estudio quedaron disconformes con los resultados y pidieron que se reescribieran y volvieran a filmarse determinados tramos, hubo técnicos que fueron sustituidos en pleno rodaje, Brad Pitt intentaba controlar un proyecto descarriado y el director de fotografía, indignado por el trabajo de posproducción en 3D exigió que se quitara su nombre de los créditos. Para colmo, durante los tramos filmados en Hungría tuvo lugar una redada por parte de un grupo anti-terrorista que confiscó 85 rifles de asalto que iban a ser usados durante la filmación. Con este caos, el presupuesto del filme se disparó a 400 millones de dólares, y su estreno se postergó seis meses.
El resultado es desparejo, sin una unidad clara; la primera mitad es la típica película de cine catástrofe, de cámara temblorosa, destrucciones urbanas, multitudes desesperadas e indecisos mandamases. Lo más novedoso es lo que puede verse en el trailer: zombis que corren a toda velocidad y se mueven y se apilan como si fueran cucarachas, montañas de muertos vivos en movimiento que dan a entender que la amenaza es implacable y seguramente indetenible. Si la primera mitad es la típica película apocalíptica y de supervivencia –aunque con elementos de tensión mal explotados: la hija del protagonista tiene asma pero ese detalle prácticamente no se utiliza-, la segunda parte, levemente mejor, se parece a alguna de las Resident Evil, con un héroe intentando dar con una cura dentro de un extenso laboratorio repleto de fiambres caníbales.
Hay elementos que chirrían sobremanera: una de las pocas ciudades del mundo en que pudo detenerse el avance de la amenaza es Israel, gracias a que un científico visionario previó la catástrofe y convenció al estado de construir a tiempo un inmenso muro para defenderse de las alimañas invasoras. Mostrar a los israelíes protegidos, por un muro, de seres sucios y andrajosos, es algo por lo menos antipático, y difícilmente producto de la casualidad. Finalmente, la voz en de Pitt diciendo que es necesario prepararse para una guerra que “recién empieza” nos recuerda a cierta fantasía belicista y a la imperiosa voluntad de determinado statu quo norteamericano de dar con un enemigo común y con la oportunidad de demostrar su poderío armamentístico. Por más que los enemigos sean zombis, por más que todo venga planteado como un paquete de ficción, da bastante asco.

Publicado en Brecha el 5/7/2013

domingo, 7 de julio de 2013

Monsters University (Dan Scanlon, 2013)

La batalla de los nerds 

Como muchos saben, hablar de la industria de animación Pixar es referirse a cine de calidad. Sus películas suelen figurar en las votaciones de críticos de todas partes del mundo como varios de los mejores estrenos del año. Sería ideal disfrutar de estos estrenos (cine honesto, bueno, vibrante) en condiciones dignas de exhibición, pero lamentablemente esto no es posible en el Uruguay. Al igual que el otro filme importante de animación de esta semana, Mi villano favorito 2, esta película es exhibida en más de veinte salas, pero solamente en copias dobladas al español. Es decir, el que quiera ver esta película tal cual fue concebida deberá esperar a que se edite una futura edición en DVD -quizá un par de meses-, quien quiera oír las voces originales de Billy Cristal, John Goodman, Steve Buscemi y Helen Mirren no tendrá chances de hacerlo en ninguna de las más de quinientas proyecciones semanales de este país. En fin, es una pena que los distribuidores decidan de antemano la forma en que nosotros y nuestros hijos queremos ver las películas, y es de temer esta reciente avanzada de doblaje en los estrenos -también en muchos casos para películas de consumo adolescente y adulto-. Si la idea es analfabetizar aún más a la población, el camino es el correcto. 
Pero vayamos a la reseña: precuela de la notable Monsters Inc, se desarrolla aquí una anécdota previa; la experiencia universitaria de los protagonistas y el arduo recorrido que debieron atravesar para consagrarse como “asustadores” profesionales. El universo paralelo presentado anteriormente es utilizado para plantear un ejercicio de género clásico, y con uno de los formatos más atractivos que suelen tener esta clase de aventuras: la competencia por etapas. Para demostrar de qué están hechos, los personajes deberán enfrentarse a otros grupos de monstruosos contrincantes, en una pugna en la que se resolverá quiénes son los más temibles asustadores de humanos de la Universidad: las cinco diferentes instancias están concebidas con toda la creatividad que caracteriza a Pixar, y el hecho de que varios de los personajes del bando principal sean en apariencia perfectos pusilánimes vuelven a cada desafío una auténtica proeza a cumplir. El final, una detallada y brillante orquestación por parte de los protagonistas en el arte de asustar puede ser visto como una hermosa metáfora de la creación artística y de la búsqueda por suscitar emociones. 
Resulta cuando menos curiosa la mirada sobre el oficialismo educativo: los talentosos protagonistas son castigados, catalogados como ineptos, estigmatizados o desplazados por parte del cuerpo docente. Lejos de la crítica integrada de JK Rowling en Harry Potter -en el colegio de magia y hechicería de Hogwarts existían injusticias y errores pero aún seguía siendo el mejor lugar para estudiar-, aquí la solución final significaría independizarse, vivir al margen de las reglas y, finalmente, hacerse de una carrera autodidacta por fuera de la institución. Esta visión anárquica resulta un matiz excepcional en lo que respecta a las producciones mainstream; Pixar nos tiene acostumbrados a estas pequeñas y bienvenidas salidas de tono.

Publicado en Brecha el  5/7/2013