viernes, 27 de agosto de 2010

Top five (+ bonus track) (VIII)

Llegó la hora de sufrirrrr. Ahora unos cuantos platos de estos videos caprichosos, musicales y prácticamente arbitrarios, que siempre fueron la constante de este blog desde su mismo nacimiento. Buen provecho, mis tolerantes lectores.

I wanna be around - Distant Voices, Still lives

Hace poco tiempo descubrí esta película de 1988 de Terence Davies, que la verdad está muy pero que muy buena. Algo así como una mezcla de Bergman, Erice y un musical, y además con saltos temporales permanentes!. Respect! Hay que verla a Lorraine Ashbourne, emborrachándose y diciendo que la venganza es dulce... me da escalofríos.



For whom the bell tolls - Zombieland

Y un poquito de gore para alegrarles el día. Casi me muero de la emoción cuando arrancó esta película y empezó a sonar este inmenso himno de metallica. Y vamos, que esta es una de las mejores secuencias de créditos del último año.



Who's That Knockin' At My Door? - Sita sings the blues

Y yo les diría que aún no fue suficiente gore así que, por eso, acá va una nueva dosis. ¿que todavía no vieron Sita sings the blues? Intolerable. Diez latigazos para cada uno.



We`re off to see the wizard - El mago de oz

Hace poco le bajé a mi hija El mago de oz, y la vio dos veces seguidas. Quedó encantadísima, incondicional a los rayos catódicos. Y no es para menos, qué película, y qué canciones.



Go where I cannot - The secret of Kells

"Debes ir donde yo no puedo", le canta Aisling al gato. Qué belleza de película...



Duelo final - Sanjuro

Y como todos saben, siempre estos top faivs se terminan con unos cuantos chorros de sangre, con una necesaria inyección de violencia extrema. Y otra vez, de la mano de... Kurosawa!!!

jueves, 26 de agosto de 2010

Un duro golpe

Pagh! Murió Satoshi Kon, con sólo 46 años, de un cáncer de páncreas. Desde Denmen celuloide se lo saluda con los mayores respetos y admiración por su magnífica obra. Aquí un fotograma de la película de su autoría que más me gustó: Millennium actress.

viernes, 20 de agosto de 2010

Serbis (Brillante Mendoza, 2008)

Desborde de libido

No han sido pocos los que han calificado al cine del director filipino Brillante Mendoza como obsceno o directamente pornográfico. Y cabe señalar que aunque no merezca tales adjetivos, es patente la intención del director de incomodar, cuando no directamente de descolocar e impactar a su audiencia. Para ir ya filtrando algunos potenciales espectadores, conviene adelantar que el cine de Mendoza suele tener escenas de sexo explícito y, en la mayoría de los casos, entre hombres. Masahista, su debut, transcurre durante casi todo el tiempo en una casa de masajes gay masculinos, y puntualmente se centra en la interacción de los jóvenes empleados con sus clientes. Si una película con escenas discretas de relaciones homosexuales como Secreto en la montaña generaba risitas nerviosas en muchos espectadores, es probable que no sean pocos los que no puedan tolerar ninguna de las películas del filipino.
La censura cinematográfica por el "grado" de contenido sexual suele ser desmesurada y hasta ridícula en algunos países. En Filipinas, por ejemplo, si en una película se exponen dos pechos femeninos es considerada pornográfica, pero si se muestra uno sólo no. Esto le ha ocasionado a Mendoza no pocos problemas de difusión y distribución, aunque hoy, habiendo concebido nueve películas en los últimos cinco años, y obtenido todas ellas un excelente recibimiento en festivales internacionales –incluyendo dos nominaciones consecutivas a la palma de oro en Cannes- su talento ya no puede ser ignorado o relegado a circuitos cerrados.
En Serbis se muestra, básicamente, un cuadro familiar de clase baja, dando cuenta de sus problemas, su cotidianeidad, sus formas de relacionamiento, sus miedos, sus alegrías y sus penurias. Pero hay un detalle llamativo que convierte a Serbis en una obra totalmente singular: esta familia vive y trabaja en un cine inmenso, en el que quizá algún día se proyectaron importantes superproducciones, pero hoy, deteriorado y resquebrajado, sólo exhibe películas pornográficas. Como apunte irónico, el cine se llama “family”, y es un sitio donde se dan cita –y tienen sexo- toda clase de individuos, en su mayoría hombres: el servicio al que el título de la película refiere es, en un principio, la variada oferta sexual que los clientes encuentran al ingresar a la sala. Como en Elefante, de Gus Van Sant, las inquietas cámaras siguen de cerca a los personajes, a través de los descascarados y laberínticos pasillos del recinto. El cuadro de estancamiento y putrefacción en el cual personajes sufridos y a la deriva utilizan el sexo como bálsamo para paliar el dolor recuerda sobremanera al cine de Tsai Ming-liang, y el calor, el sudor, el contacto humano permanente, y las relaciones que bordean lo incestuoso sugiere un parentezco con el de Lucrecia Martel. Y al igual que en la obra de la directora argentina, las tendencias incestuosas quizá puedan ser leídas como muestra del estancamiento, pero ante todo como un síntoma de vitalidad, ya que la libido desborda.
Hay escenas que son impactantes y que quedarán adheridas a la psiquis del espectador durante mucho tiempo: una tiene lugar cuando uno de los adolescentes que allí trabaja debe limpiar un baño tapado de orines y basura, hundiendo sus pies en esa agua amarilla y nauseabunda. No ha faltado quien califique a la escena de gratuita, pero no puede negarse que forma parte del cotidiano verosímil de la historia y que como tal es legítimo mostrarla. Otras tienen que ver con lo crudo y ambiguo de algunas escenas de contenido sexual, no tanto por lo que muestran sino por la brusquedad con que se muestra. Pero a pesar de lo sórdido del cuadro, conviene resaltar que Serbis es una película que genera una atmósfera intensa, lograda gracias a una excelente orquestación y a las grandes actuaciones –brillan especialmente la matriarca que regentea el lugar (Gina Pareño) y su hija (Jacklyn Jose)-. Y no es menor que se hayan logrado personajes creíbles –y queribles- además de plasmar una situación puntual que podría reflejarse en una infinidad de antros de todo el mundo.

Publicado en Brecha el 20/8/2010

miércoles, 11 de agosto de 2010

El origen (Inception, Christopher Nolan, 2010)

Un sueño compacto

Está claro que los cineastas del cine mainstream no sirven para filmar sueños. Por razones concretas –los montajes rápidos, la rigidez arquitectónica, la contundencia física, lo racional y coherente de los diálogos y el poco lugar que se deja para las pulsiones- las atmósferas “oníricas” de estas películas dejan muchísimo que desear, delatan la falta de imaginación de los creadores y develan cómo el formato popular masivo acota sus posibilidades. A siglos luz de distancia de los de Terry Gilliam (El imaginario del Dr Parnassus), Jim Jarmusch (Dead man), Takashi Miike (Audition), o Pen-ek Ratanaruang (Ploy), y a milenios de los viajes de David Lynch o Hayao Miyazaki, los sueños en El origen se parecen demasiado a las películas de acción y muy poco a los sueños reales: para ser una película cuya principal locación es el inconsciente, se siente inmensamente lógica y vívida.
Si se deja de lado este detalle, si se asumen las complejas reglas de juego que la película plantea y si se logra mantener la vigilia durante los 148 minutos de metraje, la propuesta puede ser interesante y hasta estimulante, algo así como un complicado ejercicio de lógica y velocidad interpretativa. Además de intrincado, el guión está muy bien concebido y, como en algunas de las mejores series norteamericanas de hoy, se confía en el gran poder de abstracción de los espectadores y en su capacidad para mantener la atención durante todo ese tiempo. El director Christopher Nolan (Memento, El gran truco) parece repetir varias de las fórmulas de éxito de su anterior película Batman, el caballero de la noche: una trama densa e hiperdialogada, mucha acción, una complejidad creciente y muchos personajes de gravísimo semblante –la terrible seriedad de la película parecería gritar: “¡miren que esto es mucho más que una película de entretenimiento!”-. También se repite el principal defecto de su precedente: se abruma al espectador con datos, espectacularidad desatada y giros narrativos, sin dejar lugar para la distensión. El riesgo que se corre cuando se siguen estos pasos es que, paradójicamente, se pierde intensidad. Los picos altos en las películas necesitan de una contrapartida de tranquilidad para ser tales, y en este caso esa carencia se hace sentir.
La trama es complicadísima y difícil de resumir aquí, pero en un principio podría decirse que el protagonista es un ladrón que se dedica a extraer secretos valiosos de las profundidades del inconsciente, y que trabaja para el mundo del espionaje corporativo. Pero el asunto se complica cuando le ofrecen un trabajo por el cual tiene que invertir su labor habitual. En lugar de robar una idea durante el sueño debe colocar una, y semejante operación trae riesgos inesperados.
Lo que llama considerablemente la atención, y quizá sea un síntoma de los tiempos que corren, es que el grupo contratado para llevar a cabo la arriesgada labor lo haga sin un mínimo de conciencia crítica. Están siendo empleados por el dueño de un conglomerado multinacional para perjudicar a otro, y, enfrascados en su tarea, no cuestionan ni una vez si lo que están haciendo es una buena acción. Resulta extraño en una película que se la juega tanto a ser profunda e inteligente.

Publicado en Brecha el 13/8/2010